miércoles, 30 de noviembre de 2011

LAS CANCIONES SIRVEN PARA VIVIR

Un día como cantante


Mi afición a la música empezó desde muy pequeña. Siempre me fascinó el hecho de poder cantar en distintos lugares. Hoy puedo hacerlo casi todos los fines de semana. El reto esta vez era distinto. Debía dejar atrás la vergüenza y cantar frente a personas que no habían pagado por verme, pero que al final terminarían haciéndolo.

Por: Paola Quintana Tomás.

Eran las seis y media de la mañana y el sol por fin apareció en la ventana de mi cuarto. Casi no pude dormir la noche previa. La idea de cómo haría para cantar en los microbuses de Lima fue la causa de mi desvelo. Nunca antes lo había hecho. Pero aún así, bajé de un salto de mi cama como picada por un aguijón y me di un buen duchazo. Tomé un liviano desayuno y me vestí con un jean casual y un polo negro ceñido.

En casa se vivía la rutina de un día cualquiera pues mantuve mi tema en secreto. Llegaron las ocho en punto y cogí mi mochila que tenía en su interior un güiro profesional que me prestó Francis, un músico amigo mío. 

El güiro es un instrumento musical clasificado dentro de los llamados instrumentos de percusión, ubicado en la rama de los raspadores. Es muy usado por las personas que cantan en los carros. Es considerado ideal para acompañar cualquier melodía a capela y dotarla del ritmo que ésta requiere para ser oída y sentida como una verdadera canción.

En la mochila coloqué provisiones para comer durante mi inédita aventura urbana: un plátano de seda, una manzana delicia y una botella de agua sin gas. Antes de salir dejé una nota sobre la mesa del comedor en donde explicaba al detalle las razones por las que volvería a la hora de la cena. De no haberlo hecho mis seres queridos se hubieran preocupado de manera innecesaria. Al abrir la puerta lancé un calmado deseo al cielo. Al cerrarla, lo hice con la esperanza de lograr mi objetivo.

Mientras caminaba por las calles apreciaba mi escenario. Era una mañana movida. Muchos escolares y transeúntes caminaban por las calles. Al detenerme en una esquina  me imaginé cantando en un concierto como Alejandra Guzmán, pero unos niños bullangueros me sacaron de mi sueño. 

Había pasado una hora  y aún no lograba cantar ni media canción. Mi garganta empezaba a secarse por efecto del calor. Tomé varios sorbos de agua entre decisiones e indecisiones, y llegué a la conclusión que debía de desprenderme de la vergüenza que ocasionaba mi inmovilidad. Sin darme cuenta, ya habían pasado dos horas desde mi salida de casa hasta la esquina ubicada en la primera cuadra de la avenida Arequipa. El emolientero había terminado de vender todos sus menjunjes, el tránsito no renunciaba a los correteos de hora punta, el sol brillaba con más fuerza y yo continuaba sin una acción efectiva a mi favor. 

Fue entonces cuando armada de valor decidí darle vuelta a la página. Paré una custer de la línea Chama que se detuvo a mis pies y subí presurosa casi empujando con mi cuerpo al cobrador que ni cuenta se dio de mi apuro. Observé rápidamente que había pocos pasajeros. Por un instante pensé en bajarme y renunciar, pero esa idea la deseché por querer cumplir mi meta. Sin mayor preámbulo y con nerviosismo, saqué rápido el güiro de la mochila y empuñando el palito que sirve para tocar, empecé a cantar una canción de Soda Stereo.
Mi afición a la música empezó a los 6 años. He participado en musicales y mi vida siempre ha estado ligada al arte. Empecé a cantar profesionalmente a los  veinte años.

Una seguidilla de miradas arremetió mi interpretación de “Prófugos” de Soda. El público parecía estar atento a mi show. Al maloliente cobrador pareció no disgustarle el hecho de que mi güiro y yo interrumpiéramos el sonido de una cumbia que provenía de su radio pequeña, y la apagó quizá para oírme mejor. Me esforcé por cantar fuerte y evitar ser opacada por el ruido de las bocinas de los demás carros y los gritos desentonados del cobrador que inclinando su cuerpo hacia afuera del micro anunciaba la ruta punto por punto esperando atraer la mayor cantidad de pasajeros.

Mientras cantaba alucinaba que estaba en una presentación oficial haciéndole el coro a Jesús (un compañero del grupo musical con el que trabajo) o despertando el interés de decenas de personas al ritmo de una salsa con mucho son. Un niño de lentes bostezó, una señorita dormía recostada en la ventanilla, unas señoras sonreían mientras escuchaban mi voz y un hombre de traje y corbata me observaba fijamente y meneaba la cabeza como si mi interpretación le hiciese recordar sus años locos cuando el rock de Soda Stereo estuvo en todo su esplendor.  

La vergüenza se esfumó al término de la canción. Para cuando pasé la bolsita esperando recolectar las moneditas (las plateadas más que las doradas), el miedo y la tensión habían desaparecido de la escena. Le agradecí al cobrador por dejarme trabajar y éste me contestó con una sonrisa: “la próxima vez te cobro pasaje”. Le resté importancia y bajé de un salto en Arequipa y Canevaro. Buen cobrador, no se imaginó que con ése comentario me había dado más ánimo para seguir cantando.

Mi debut en el micro significó para mi bolsillo un sol con setenta céntimos. Una cifra nada despreciable. Repetí mi canto en el “sube y baja” de los micros durante el  trayecto de ida y vuelta por la avenida Arequipa hasta las doce y media. La competencia no se hizo esperar pues me topé con esbeltos promotores de recetarios de comida vegetariana, una desarreglada niña delgada que aparentaba unos diez años vendedora de caramelos, una madre de familia con su bebé en brazos que ofrecía chocolates triángulo y un heladero de la tercera edad. El rostro arrugado del anciano contrastaba con su sonrisa rechinante y sus ganas de vender. Me vi tentada a comprar un helado que el hombre levantaba y movía de un lado a otro para despertar el antojo de los pasajeros. 

Pasada la una de la tarde mi estómago comenzó a rugir de hambre. Comí un plátano que tenía en la mochila de provisiones. La manzana la reservé para la tarde. Bajé del micro en el parque Kennedy y busque un “huarique” en donde el menú no costara más de siete soles e incluyera postre y refresco de cebada. Ya con el estómago lleno caminé por las calles de Miraflores hasta que la tarde cayó. Eran las cuatro, aún tenía un poco de agua en la botella y diecinueve soles con ochenta céntimos en el bolsillo. 
El güiro aparece en la música afrocubana, en el Jazz Latino, el Mambo y la Salsa. Fue el primer instrumento de percusión adoptado por las charangas cubanas.

Culminé mi recorrido con canciones de Fito Páez cerca de las siete de la noche. Llegué a recolectar cerca de veintitrés soles, miradas de simpatía, rostros indiferentes y comentarios como “qué bonito cantas” por parte de una jovencita de aspecto formal  y “cántate una de mis tiempos” de una señora de canas. Regresé a casa sentada en un micro y abrazada al güiro con la satisfacción de saber que las personas que trabajan cantando en las calles enfrentan un día a día arduo y lleno de valentía, aunque al menos ahora puedo asegurar que no se mueren de hambre.

UNA JOYA DE SILABAS Y SUEÑOS

Por: Paola Quintana Tomás.

Durante la travesía de la vida, los seres humanos emprendemos una búsqueda incansable por hallar algo de lo que seamos únicos dueños y que también nos ayude a ser reconocidos y valorados.Éste regalo nos es otorgado por nuestros padres antes de que pudiéramos pronunciar una sola palabra, razón por la cual no podemos presentar ninguna objeción y menos solicitar un cambio.

El nombre es la estructura que da pie a la formación de la personalidad. Éste juega un papel imposible de esquivar. Es una especie de sinónimo del espíritu que dice mucho más de lo que sus silabas reflejan. Puede significar el éxito o el fracaso, la carga positiva o negativa, la popularidad o la soledad, incluso la alegría o la tristeza. Una pieza importante del rompecabezas de la vida que aunque intentemos tirar o extraviar, siempre estará presente. 

Sumire (violeta en español) es un nombre que resulta agradable para cualquiera, menos justamente para la propiaSumire, protagonista del libro Sputnik, mi amor. HarukiMurakami (autor del libro) presenta al nombre como una palabra poderosay decisiva en el accionar humano.
Murakami le atribuye a la protagonista un abominable desprecio por su nombre.La madre de Sumire escogió el apelativo en honor a una canción de Mozart. Motivada por el orgullo y el amor propio, Sumirerechazaba la idea de correr la misma suerte de la humilde violeta protagonista de la melodía: ser aplastada por alguien que ni siquiera notara su diminuta existencia.[1] “Este nombre es la única cosa concreta que me dejó mi madre. Exceptuándome a mí misma, claro”. (Murakami, 1999. P.25)


ROBERTO VS ROBERTITO
Roberto es un hombre golpeado por la vida. Estudió derecho pero no logró terminar la carrera. Su tico amarillo y quizá un par de cachuelos (asesoría informal de abogado) son el sustento de su familia. Tiene 5 hijos: Romina, Pamela, Cecilia, Angélica y Roberto, su último hijo.Un sueño que a sus 47 años se hacía realidad y que obligaba al pequeño Robertito a vivir una réplica de la vida de su padre.

Los niños que son bautizados con los nombres de sus progenitores son presos de una vida ajena. Les cuesta hacerse de una personalidad propia y desligarse de los antecedentes de los padres. El adulto intenta lograr por medio del pequeño todo lo que no pudo.Quizá, (tocados por el cariño propio) lo que se busque es prevalecer en el tiempo. El sueño del elixir de la vida protagonizado por un infante al que poco le importa ser el vivo reflejo de su creador.

CARLITA, UNA PETIZA DE CUARENTA Y DOS AÑOS
Carla es una solterona. A pesar de su avanzada edad se hace llamar Carlita. De niña ocupaba el primer lugar de la fila del salón, motivo por el cual se hizo merecedora de apodos como chata, petiza, chinchón de piso, retaca, enana, entre otras chapas quizá más ofensivas. Nunca se opuso a la idea de ser tratada como una pequeña de baja estatura pues parecía no molestarle ni ocasionarle problemas. Pero todo cambió cuando en su cumpleaños número cuarenta y dos, se dio cuenta de que Carlita había quedado atrás y que no era una enana en tamaño si no que se había convertido en una persona diminuta.

El uso de diminutivos y sobrenombres puede transformarte en un pequeño pedazo de gente. En ocasiones son causantes de la pérdida de la esencia humana y de la creación de una personalidad subestimada. No es que las “charitos” y los “cabezones” sean del todo perjudiciales, pero debe existir un límite, una división marcada entre palomillada y la macabra herida. Carla se había auto programado para mantener intacta la personalidad de una chiquilla ajena a la realidad, realidad que pone en evidente a una niña mujer presa de los años y la soledad.

MARILYN, MADONNA Y GISELA
Si hablamos de Norma, Verónica o Sonia solo estamos nombrando a tres mujeres que existen en algún lugar del mundo. Pero qué pasa cuando decimos Marilyn Monroe, Madonna o Gisela, inmediatamente nos trasladamos a escenarios glamurosos donde reina el espectáculo. Y no es para menos ya que estas tres mujeres simbolizan a la exitosa, irresistible y apasionante fémina capaz de tener al mundo a sus pies con un movimiento de caderas. Estas estrellas decidieron alterar un poquito su marca personal, dejando de ser personas comunes y corrientes para dar paso a la creación de mujeres merecedoras de aplausos, silbidos y fanáticos.
Madonna es una cantautora, actriz y empresaria estadounidense. Durante su carrera como cantante ha vendido más de 500 millones de discos.

Renunciar a tu nombre de pila puede significar el éxito. Quizá si estas damas no hubieran hecho el cambio, su nivel de popularidad estaría tan bajo como el de un presidente despreciado por sus propios electores. No se les conocería ni en pelea de gallos y lo que es peor (para ellas) no serían dueñas de ésta fiebre sin frenos llamada fama, razón por la cual los proyectos de artistas y cosas parecidas han tomado esta singular forma de diseñar su marca como una ley, regla de la que ninguno escapa a menos que su nombre original vista tan sofisticado que no necesite ningún retoque estético. 
Marilyn Monroe comenzó su carrera como modelo y actriz de películas de bajo presupuesto
EL INFRAMUNDO DE LOS NOMBRES
Partiendo de que todo comunica, entendemos que hasta algo tan inofensivo como un nombre emite chorros de  mensajes que marcan la vida de una persona y que en muchas ocasiones son causantes de encapsulamientos, fracasos y baches difíciles de tapar. El nombre es la principal arma del ser humano. Un caparazón que te protege de las agresiones. Un traje que vistes en todas las ocasiones. Un apelativo que sirve para ser reconocido y sobre todo un símbolo del lado humano desconocido que todos creemos conocer.


[1] Ver. HarukiMurakami, Sputnik, mi amor (Argentina: Tusquets Editores, 2010), p. 24-25.

WONG KAR WAI

Por: Paola Quintana Tomás. 

La decepción aflora por medio de sus obras. Las distintas puestas en escena descubren la complejidad de su filosofía.  Basta con conocer parte de la trayectoria de un director para poder identificar con facilidad el móvil de su carrera, la razón causante del talento o del fracaso según sean los resultados o claro está, según cuanto logremos identificarnos con las historias que intente recrear.

En los sesentas, el cine francés marcó una pauta importante en el proceso evolutivo de la industria cinematográfica. Sus contenidos poéticos y su relación con la simpleza han hecho de ésta corriente una joya del cine antiguo. Wong Kar Wai rinde tributo a los orígenes de su estilo en sus obras, siendo considerado gracias a ello como el “poeta de la imagen” en alusión a su fina manera de contar las historias y al ritmo que estas mantienen en el desarrollo de la trama. 
Wong Kar Wai nacido en Shanghai, emigró a los 5 años a Hong Kong hablando solo mandarín y shanghainés
Chunking Express (1991), In the mood for love (2000) y My Blueberry Nights (2007) son obras que han marcado la pauta en la trayectoria de Wong Kar Wai. La primera marca los inicios del director y su afán por trasmitir un estilo irónico de la vida y sus mil y una vueltas. La segunda intenta plasmar escenarios y personajes más reales logrando enlazar la simpleza de la vida y los entremeses que pueden ocurrir en una historia de amor. Y en la tercera (película rodada en Hollywood) lo que busca es demostrar versatilidad y experiencia, haciendo uso de patrones utilizados en las dos películas antes nombradas pero esta vez utilizando su talento en un tipo de cine más prometedor, fastuoso y complejo. Un estilo sencillo adaptado a tierras en donde reina el espectáculo.
Existen detalles compartidos en estos tres films. Poseen tramas relacionadas a decepciones amorosas y a la lucha que los protagonistas enfrentan en busca de su tranquilidad por encima de su felicidad. Los personajes afrontan su soledad con la ilusión de lograr encontrar el camino hacia su bienestar. La muerte y el dolor siempre están rondando sus vidas pero ellos luchan por alejarse de esta posible realidad y hacer que  nunca forme parte de sus vivencias.
Wong Kar Wai usa los primeros planos y los planos detalle logrando extraer gracias a ellos la esencia de cada uno de sus personajes y sus respectivas experiencias. Le fascina el efecto que trasmite una imagen desenfocada pues esta da lugar a crear imaginariamente una escala de importancia que para la escena puede tener un objeto de otro. Una singular pero acertada manera de capturar la atención del público y lograr que las historias sean entendidas tal y como él desea que se entiendan.
La música es un detalle que el director maneja a la perfección. Chunking Express presenta canciones rápidas y ligeras que resultan agradables y propicias para cada escena. My Blueberry Nights repite el plato manejando un soundtrack simpático que mezcla músicas rápidas y lentas logrando el equilibrio de una película hollywoodense que está hecha para gustar. Pero In the mood for love es la que se lleva la corona musical. Sus ritmos apacibles logran entrelazar la escena con una canción. La banda sonora es de Nat King Cole, quien destaca cantando en castellano y poniéndole el toque latino y seductor a este film.
In the mood for love es la película que ha causado que desee intimidar más con la trayectoria de Wong Kar Wai. Tony Leung (protagonista) logra despertar una sensación de sufrimiento que toda mujer desea que un hombre sienta mientras la enamora. Su interpretación detalla lo difícil que puede resultar descubrir que eres engañado y enfrentar un proceso de enamoramiento a la vez.
Los boleros en castellano vuelcan la película a contextos más parecidos a una realidad como la nuestra, detalle que no ocurre en los films anteriores. La escena en la que los protagonistas se encuentran en la tienda de fideos es un bocado de chocolate. No hay película que pueda semejar tamaña paciencia y dulzura en el accionar protagónico. Mientras se enamoran, una canción aterciopelada acompaña el proceso (casualmente en My Blueberry Nights se repite esta canción aunque en un ritmo más acelerado y en otra tonalidad).
In the mood for love se desarrolla en Hong Kong en 1962
In the mood for love (conocida en Latinoamérica como Deseando amar), es la séptima película de Wong Kar Wai y la que obtuvo dos galardones del Festival de Cannes: el premio a la mejor interpretación masculina (para Tony Leung) y el Premio de la Comisión Superior Técnica.
Son minutos en donde el espectador desea detenerse en el tiempo, entrar en la trama y disfrutar de cerca el momento. In the mood for love es el resultado del trabajo de un director que mantiene sus raíces asiáticas pero que sitúa la trama en un contexto más occidental, más intenso, más parecido a la realidad.

GUERRA A LA LUZ DE LAS VELAS


Por: Paola Quintana Tomás.

Cuando escuché que el libro que iba a leer tenía que ver con guerra y velas, de inmediato mi imaginación recreó escenarios de peleas, sangre, pobreza y soledad. Por un momento pensé que sería una experiencia única y que amaría la lectura de principio a fin. Pero la realidad terminaría siendo distinta. Una vez más enfrentaba una decepción, un embuste, una estafa, aunque esta vez no eran temas personales. Al finalizar mi tormentosa lectura creí estar preparada para escribir un libro titulado: cómo afrontar una decepción literaria y no morir en el intento.

Guerra a la luz de las velas, escrita por Daniel Alarcón, fue publicado originalmente en inglés por la Editorial Harper Collins en el año 2005. Ya en el 2006, fue traducido al español por Jorge Cornejo y presentado como una obra de cuentos reunidos bajo un mismo tema: la época de miedo en el Perú causada por el terrorismo. 

Daniel Alarcón con esta obra brinda la oportunidad de indagar en espacios urbanos que han sido azotados por fenómenos culturales como el terrorismo y la violencia. A su vez, relata historias ligadas a la muerte y a la soledad. Sus personajes tienen conflictos internos y por ende se ven empujados a manifestarlos. Anhelan un mundo perfecto y aunque se esfuercen por lograr sus objetivos, nunca quedan conformes con lo vivido. 
Daniel Alarcon nació en el Perú pero la mayor parte de su vida ha vivido en Estados Unidos

Ahora definamos qué es un cuento. Una historia que dice mucho aunque sea pequeña, que es fácil de leer y que resulta conmovedora, ya que casi siempre tiene un final feliz. Pero qué pasa cuando te topas con historias que no dicen mucho, con un estilo que causa dolor de cabeza y con finales inconclusos, he ahí donde la reputación de los cuentos está en juego y es justamente donde flaquea Alarcón. Un fino caso donde se nos intenta vender gato por liebre. 

Aunque la obra presente una estructura propia de un libro de cuentos, este género no se ve plasmado en los contenidos. Es como decir que la forma es correcta pero el fondo no tanto. Sus historias visten confusas y larguiruchas. No hablo sobre la cantidad de páginas si no apunto a la extensión del tiempo en el que ocurren. Estas en el presente y viajas al pasado, al futuro, y nuevamente vuelves al presente en un mismo párrafo. No hay diferencia entre lo que pasa, pasó o pasará. Reconocemos que el flashback esta presente en los relatos a su máxima potencia. A mi parecer se trata de un exceso de artimañas literarias usadas para sorprender al lector. 

Estar relacionado con dos culturas es una ventaja pues permite tener una noción clara de la realidad desde distintos ángulos. Alarcón no desperdició la oportunidad que la vida y sus padres le dieron: nacer en Perú, crecer en Estados Unidos y retornar al país que lo vio nacer acompañado de un proyecto que alumbraba mucho más que la luz de una vela.

Guerra a la luz de las velas es un libro de cuentos recopilados de historias de la realidad peruana y norteamericana
El autor detalla con cierta frialdad parte de la realidad peruana, pero en el desarrollo de su obra demuestra su escaso contacto con la misma. Cuando se pretende contar algo que no se ha experimentado hay que tener cuidado de no terminar contando lo que se cree que pudo pasar o lo que se quiso que hubiera pasado.

Alarcón pasó mucho tiempo en San Juan de Lurigancho impregnándose de leyendas urbanas y mitos de aquel entonces en donde el terrorismo sembraba el pánico a diario. Pero el tiempo y las historias no fueron suficientes. En su obra, la realidad se mezcla de manera salvaje con la fantasía.

Escribir sobre hechos reales requiere de años de búsqueda de información. Mario Vargas Llosa es un claro ejemplo de lo que implica una obra pues escribir su último libro “El sueño del Celta” le costó cerca de 4 años de investigación en distintos países del mundo. A Daniel Alarcón aún le falta tomar muchos platos de sopa de letras. 

Hay que rescatar que el autor posee una habilidad para describir a sus personajes y sus respectivos contextos de forma talentosa. Es detallista en sus argumentos. Posee un estilo típico de un novelista (quizá en ese género podría irle mejor.) Utiliza “peruanismos” como polo, huayco, alucina, culo, choro, entre otros, buscando forzar un contexto peruano acorde con la realidad, costumbres, estilos de vida e incluso pasiones.

Guerra a la luz de las velas es una reunión de cuentos poco digeribles y por momentos confusos con una cierta dosis de interesantes y conmovedores. Considero que no despiertan simpatía ni controversia. Es un libro que en lo personal no he disfrutado ni he logrado sentir como parte de mí mientras avanzaba en la lectura. Carece de un gran mensaje final que te haga en algún momento o en algún tiempo lejano, volver a él.

¡UNA PELA ANTES DEL VIAJE!

Mi Primera Vez
Por: Paola Quintana Tomás.

Fue como recibir un millón de puñetes en el estómago. La primera vez que dejé el Perú logré experimentarde manera intensa un sin número de sensaciones y emociones desagradables. Esto se dio no por el hecho de empezar una nueva vida fuera (que a decir verdad me excitaba mucho) sino porque la ideade dejar todo y a todos era totalmente desconcertante. 

Mientras mi estancia en la sala de abordo se alargaba, la sensación de pérdida y descontrol se intensificaban. Por ratos, sentía unas ganas locas de salir corriendo y regresar a casa en compañía de mi familia y mis amigos que habían ido a despedirme. Me sentía tan extraña quehasta llegué a pensar queme desmayaría (quizá otra seria la historia sime hubiera desvanecido ahí frente a un montón de gente desconocida).

Los minutos pasaban y los nervios continuaban. Las personas que también esperaban el  vuelo parecían por alguna extraña razón estar muy tranquilas. Quizá aquel viaje no era el primero en sus vidas o tal vez el hecho de no viajar solos los fortalecía y hacía sentir cómodos, regla que no se cumplía conmigo ya que la única compañía que tenía era la del señor oso (un peluche viejoque significaba el recuerdo de mi infancia del que no me había desecho todavía).

Antes de viajar no olvides llevar libros que puedan acompañarte durante el trayecto

Entonces decidí intentar distraerme un poco. Observé que la mayoría de los pasajeros estaban haciendo algo en particular. Algunos leían revistas de temporada mientras que otros navegaban en sus laptops y hastahablaban o reían solos sin percatarse de que cada vez que hacían alguna de esascosas se convertían en el blanco de miradas acechantes. Pero también estaban los que conversaban normalmente tratando de pasar el rato y aprovechando en fortalecer sus lazos familiares y sociales. 

Cuando opté por conversar con alguien y así vencer mi soledad ya era tarde. Todos los presentes (incluidos los miembros de la tripulación) estaban haciendo algo. Hubo una señora que estaba sola parada a un lado de los asientos y se veía algo asustada pero cuando sintió mi presencia acercándoselentamente, levantó su mano como saludando a alguien y desapareció sin vacilaciones. Resignada a soportar todo lo que sentía y sin poder hablar con alguien deje que el tiempo hiciera lo suyo. 

Hasta que llegó el momento. Una señorita de cabello rubio y cuerpo esbelto empezó a llamar la atención de todos los pasajeros indicando que era miembro de la tripulación del vuelo de las 11:30 pm. De inmediato, todas las personas se amontonaron  a oír que pautas daba la dama uniformada (quien parecía estar de muy buen humor). Todos formamos una fila esperando el momento preciso para subir al avión. De pronto paso lo que temí. Una lágrima fue desprendiéndose lentamente de mi ojo derecho para luego deslizarse por mi rostro y llegar hasta mis labios.


Sabía que iba a llorar pero nunca pensé que justamente fuera antes de iniciarse el trayecto. Miles de cosas pasaban por mi mente. Era como ver una película de mi vida aunque, claro está, la única posible espectadora era yo. Fueron instantes de emoción e intensa melancolía. 

Recordé los buenos momentos que había pasado al lado de mi familia, las navidades y las grandes comilonas, los paseos de domingo por la tarde, los almuerzos extra-familiares en donde los vecinos se auto-invitaban, las salidas nocturnas nada aburridas, las noches de guitarra en el malecón, la escuela y mis travesuras de adolescente; hasta logré recordar el momento en el que me di cuenta de que me gustaban los hombres (uno nunca sabe con qué clase dehormonas viene al mundo), entre otras cosas graciosas. 

Aprende a darte el tiempo para viajar y conocer nuevos horizontes

Fue una situación para recordar ya que parecía una típica escena de despedida de una película hollywoodense y a la vez un fragmento en el tiempo difícil de repetir. Ahora, cada vez que hago un viaje no puedo evitar recordar esa extraña película de la cual aprendí mucho, sobre todo a darme cuenta que no hay nada más intenso y valioso que una primera vez. Espero tener muchas más primeras veces como ésta en mi vida. Sé que así será ya que existen muchas cosas que aún no he hecho y estoy segura que tarde o temprano, las viviré.


LAMOCHILAZUL

Las letras significan gran parte de tu vida. Están en tu nombre desde que llegas al mundo. Están en tu libreta de notas cuando culmina el año escolar y lo único que deseas es pasar de año. Están en tus primeras cartas de amor llenas de cursilerías y promesas imposibles. Están en la cartilla del restaurante a dónde tienes que ir de urgencia los días que tu mamá se declara en huelga. Y están en las hojas de papel en las que hechas tus demonios deseando formar con ellos un texto que resulte coherente. 

LAMOCHILAZUL te da la bienvenida a un mundo en donde las letras y tú son lo más importante. Ambos son los indicados para llevar en sus espaldas a LAMOCHILAZUL, un objeto único en su especie capaz de transportar tantos textos como sueños. 
Todas las semanas, LAMOCHILAZUL presentará un nuevo contenido para goce de todos sus seguidores. No solo podrán compartir textos literarios sino que también podrán interactuar creando comentarios y opiniones respecto a los temas de interés y a la información que consideran de relevancia.

Así que ya lo sabes. No puedes dejar de visitar LAMOCHILAAZUL. Una mochila que desea ser tu amiga no solo cuando desees encontrar algo que leer si no que siempre desea estar en tu espalda, muy cerca de ti.